Cultura Científica. Modelos identificados en la tesis de Marila Lázaro (2009)

¿Qué es la cultura científica? ¿Cómo podríamos catalogarla o separarla en conceptos fácilmente divisibles? La respuesta es que no es una tarea simple. La cultura científica tiene un estudio amplio y complejo detrás, aunque gracias a la tesis de Marila Lázaro, podemos identificar cuatro definiciones distintas, que dependerán de la época en la que se concibieron y las ideas que había en ese período, así como las cuestiones a considerar dentro de la "cultura científica".

Primer modelo: cultura científica “tradicional” o “positivista” 

Este modelo se gestaría del siglo XIX al XX principalmente. Se considera que la cultura científica es algo que todo ciudadano debe tener y requeriría tener conocimientos sobre distintas ramas de la ciencia. El objetivo es que se cubriesen las necesidades de la fuerza de trabajo como pilar de la democracia y para el avance de la sociedad. Para conseguir este objetivo, se consideraba necesario que el ciudadano fuera instruido por expertos, en un carácter de culturización unidireccional. Para poder analizar el nivel de cultura científica, se observaría la actitud del público hacia la ciencia y tecnología (CyT) y la comprensión que tuviera la ciudadanía de la misma. Se postulaba que a medida que esta aumentase, también lo harían diversos factores sociales.

El concepto de “alfabetización científica” no se distingue mucho de la “cultura científica” en este modelo. No es más que el conocimiento de las ramas de la ciencia y dentro de ello del: a) conocimiento de los términos científicos, b) comprensión de conceptos y textos básicos de la ciencia, c) comprensión del proceso de investigación científica y su método, d) comprensión de las repercusiones de la CyT en lo individual y la sociedad, e) el rechazo de supersticiones y creencias y f) el consumo regular de información acerca de CyT.

Debido a esta manera de comprenderla, en su evaluación se analizarían tres ejes: 1) el interés del público en CyT, 2) el conocimiento sobre CyT y 3) la actitud acerca de diversos factores que influyeran en el desarrollo científico y tecnológico.

Este modelo no tiene en consideración lo que la ciencia es para la sociedad o cómo la sociedad la afecta o interactúa con ella. Pecaba de cierta arrogancia, pues se pretendía establecer la importancia de la ciencia en lugar de desarrollar la comprensión de la misma en su total complejidad (dado que este es un concepto de muchos matices, tomemos esa complejidad como la que se tiene en cuenta en los años más recientes).

Las evaluaciones que se realizaron acerca de la cultura científica de la sociedad dieron, en base a este modelo, resultados muy pobres, con menos de la mitad de la población estando alfabetizada y en algunos casos, sólo siendo una décima parte de la misma. Se decidió lidiar con esta carencia de cultura científica mediante la educación y difusión masiva de contenidos, pero tal vez habría sido más eficiente acercar la ciencia al ciudadano, mediante debates públicos, como propusieron algunos autores que podemos considerar como adelantados para su época.

Segundo modelo: cultura científica como “modelo del déficit”

Este modelo de cultura científica se desarrollaría en los años 80 y es bastante similar a la anterior, pero con una diferencia: el enfoque se encuentra en la ignorancia del individuo acerca de la “alfabetización científica” (o cultura científica, ya que no había una clara diferencia entre ambas). Se propuso que hay una cantidad definida de conocimiento dentro de la CyT. Definiendo este conocimiento, se podría analizar cuánta de éste está asimilada por cada individuo, midiendo así el déficit de comprensión. El objetivo en este caso sería suplir esta carencia. No habréis dejado de notar que se asume la ignorancia del público como enfoque principal en este modelo. Se asumiría que cuanto mayor este desconocimiento, mayor sería el desencanto del público hacia la CyT. De esta forma, se asume también que cuanto menor el desconocimiento, mayor el apoyo (en modelos posteriores esta idea se rechaza y se contemplarán otras posibilidades). 

Como la actitud hacia la ciencia dependía del conocimiento de la misma según este modelo, se desarrollaron iniciativas de “alfabetización científica”, en busca de que la sociedad le diera un mayor apoyo a la misma. Estas iniciativas han tenido numerosas críticas, ya que en modelos posteriores se vería que no es tan cierto el hecho de que cuanto mayor conocimiento, mayor apoyo, y de hecho en el modelo actual hay un gran debate al respecto. Pero me estoy adelantando y dejaré esto para más adelante.

Como ocurría en el caso anterior, la ciencia se transmite del que sabe al que no sabe, del sabio al ignorante, del científico al pueblo, de una manera lineal. Peca, como en el caso anterior, de una gran arrogancia.

En este modelo la cultura científica del individuo se encuentra en función de la comprensión de la ciencia en su conjunto de factores. Se consideran la apreciación de la naturaleza y metas de la CyT, el enfoque racional de las mismas, parte de su lenguaje y conceptos claves, la relación entre investigación y desarrollo, el rol de los científicos en la sociedad y la habilidad de asimilar y usar información tecnológica. Los individuos alfabetizados tendrían una actitud de respeto hacia la ciencia y capacidad para realizar juicios críticos en el ámbito personal y social. El “problema a resolver” son, pues, los ciudadanos y es el enfoque principal de este concepto de cultura científica y alfabetización de la ciencia.

Tercer modelo: cultura científica “crítica”, “interpretacionista” o “contextualista”

Este modelo se desarrollaría en los años 90 y por primera vez se considera la esfera de la ciencia como parte del problema de la carencia de la comprensión de CyT (y por lo tanto de la cultura científica). Ya no es únicamente el público, el “individuo ignorante” como en el modelo anterior, la razón del problema, sino que ahora las instituciones y los expertos son también responsables. El dilema es ahora más complejo que una necesidad de transmisión lineal, la esfera de la CyT es ahora también fuente de controversias públicas, tampoco se considera la ciencia como la única o mayor fuerza para comprender y mejorar la sociedad y tampoco es considerada la ciencia ya neutral. 

Se descarta la ciencia como una cantidad definida de conocimiento desarrollada mediante una metodología fiable. De repente, la cultura científica tal y como se entiende en este modelo no es indispensable para la participación ciudadana en las decisiones que conciernen a la CyT (aún así, no se considera aún necesario que el científico o el técnico deba tener conocimientos sociales y políticos para comprender la naturaleza de su trabajo). El conocimiento no es inamovible e imperturbable, como en los modelos previos, sino que ahora se trata de averiguar, dentro de lo que es la ciencia, dentro de lo que es esta “cultura científica” cómo saber, qué leer, dónde buscar, qué preguntar y para qué realizar este esfuerzo. Además, en este modelo deberá reconocerse la naturaleza contextual y social de la ciencia y su conocimiento (de ahí la categoría). La ciencia es considerada ahora como proceso y no un conjunto de hechos demostrados, tomándose en consideración las incertidumbres, controversias, políticas institucionales...Aunque es ahora necesario tener en consideración la relación entre el público y la ciencia, sigue siendo necesario por parte del ciudadano comprender ciertos aspectos fundamentales de la ciencia y la tecnología. Ya no se considera, como en los modelos anteriores, que la comprensión de la ciencia va a llevar a su aceptación, sino que se tiene en cuenta que en ocasiones, esto llevará a mayores niveles de escepticismo. Este tema continuará siendo controvertido dentro de este modelo (y del próximo).La ciencia y sus estudios se enfocan en la ciencia en contexto público. Dicho de otra manera, la ciencia sigue siendo el elemento central de la cultura científica. No se considera excluyente la aceptación de la ciencia y de las pseudociencias en un individuo, a diferencia de modelos previos. La ciencia, además, “no toma partido”. Con esto quiero decir que se emplea la “voz de la ciencia” y el conocimiento científico para argumentar tanto a favor como en contra de ciertas propuestas. Dentro del ámbito científico no hay una visión unificada de la ciencia. En el ámbito social, deberán tenerse en cuenta los saberes de la “gente común”.A partir de ahora, a la hora de medir y monitorizar la cultura científica, deberán tenerse en cuenta estudios cualitativos de la misma, indivisibles del conocimiento local de la “gente común”. Se tendrán en cuenta los modelos previos y los estudios cualitativos, con mayor o menor confrontación entre ellos, proponiendo, en ocasiones. una integración de ambos y validando así no sólo los estudios cualitativos sino también cuantitativos. Debido a esto se proponen mejoras a estos últimos respecto a los realizados en modelos anteriores. Se considera un nuevo contrato social en el que la participación pública es necesaria para la gobernanza de la ciencia, creando intermediarios entre la “gente común” y las instituciones científicas, la industria y los políticos. 

Cuarto modelo: Cultura científica como “comprensión pública de la ciencia” heterogénea o “apropiación social de la ciencia”

Este es el modelo más complejo de todos y probablemente también, el más complicado. Hace un intento de unir los diversos enfoques de lo que es la comprensión pública de la ciencia, es decir, la visión de la cultura científica como conocimiento de las diversas ramas, su método, sus implicaciones (como en los primeros dos modelos)... con la visión de la necesidad de contexto y presentar la cultura científica dentro del ámbito social particular, así como las diversas visiones e interpretaciones de la misma (como en el tercer modelo). El objetivo de hacer esto no es tanto el darle una nueva comprensión a la cultura científica, sino proporcionar una manera de medirla y evaluarla (y se propondrán varios enfoques para hacerlo, sin desacreditar las primeras propuestas, pero dándoles un nuevo uso o interpretación).

Se acuña un nuevo concepto: Apropiación Social de la Ciencia, sustituyendo el concepto de Cultura Científica o al menos dotándola de nuevas dimensiones. En esta visión de lo que es la cultura científica se rechaza por primera vez la visión lineal de científico y no científico, entre ciencia y sociedad o entre el experto y el lego. Dentro de la CyT es necesario, ahora, evaluar el conocimiento de las ciencias sociales (sobre los usos políticos de la CyT por ejemplo), el valor económico de la innovación tecnológica, los dilemas éticos planteados, etc. Cambia la necesidad de saber “de” CyT por la necesidad de saber “sobre” CyT.

Todo esto propone un nuevo acercamiento a la manera en la que se evalúa esta cultura científica, proponiendo en las encuestas cuestiones relacionadas con la apropiación social de la ciencia (ya que se consideran incidentes en el conocimiento de CyT en las creencias y vida diaria), algunas de ellas relacionando el saber del uso que se le da a la CyT en situaciones de la vida diaria, otras cuestionando la confianza en “expertos” sobre diversas materias, cuestionando la participación ciudadana... en general, se busca averiguar cuál es la “cultura científica” de una población tratando de averiguar su conocimiento respecto al tema, pero también su actitud acerca de la misma o su relevancia regional e internacional. Y aunque se valora la dimensión social de la ciencia, no se descarta la evaluación tradicional de la “alfabetización científica” (es decir, la evaluación que se realiza en el primer modelo), pero se le da un enfoque nuevo.Así, el concepto de “cultura científica” se complejiza. 

La cultura científica no se basa únicamente en alfabetización, sino en el significado de esta para el sujeto. De esta forma, la adquisición de cultura científica deberá tener una incidencia en la vida de las personas, en varios aspectos de la misma. Se presenta el concepto de “cultura científica significativa”, es decir, no únicamente el ámbito de qué es la ciencia, sino entender el conocimiento de la CyT como conocimientos sobre riesgos, efectos adversos, usos políticos, dilemas éticos o condicionamientos económicos de la investigación científica y el desarrollo tecnológico, es decir, la adquisición de una noción no positivista de la CyT (que era el primer modelo). 

El concepto de “cultura científica” es ahora mucho más complejo y multidimensional, muy alejado del modelo unidireccional de la procuración de información. Los individuos son ahora parte del proceso, en una relación bidireccional, pues son parte de lo que determina lo que es la cultura científica. La transmisión de este tipo de cultura recaería en varios aspectos de la sociedad, no únicamente en el experto hacia el lego, debido precisamente a esa visión tan compleja. En este tipo de transmisión se involucran varios responsables: las comunidades científicas, los docentes, las comunidades que estudian la ciencia y la tecnología y los mediadores entre el sistema CyT y el resto de la sociedad. Además, se transmitirán diversos aspectos de la CyT, no sólo el contenido. Es decir, los aspectos axiológicos, éticos, económicos, culturales, sociológicos, jurídicos, históricos y epistemológicos. Esta transmisión no será únicamente “del que comunica” “al que recibe la comunicación”, sino que también incorporará al ciudadano, haciendo que sea partícipe de la apropiación de la cultura científica como tal y protagonistas de los procesos de empoderamiento. Su medición es también más compleja. No se limita al contenido, o al contenido y la sociedad, o a la relación entre ambas, sino que será necesario (también) medir la apropiación del ciudadano de la CyT, empleando para ello cuestiones que indiquen los esfuerzos desarrollados por una sociedad para la apropiación científica y tecnológica del ciudadano. Hay cuestiones de si la actitud hacia la ciencia radica en el conocimiento de la misma, hay quien apoya que sí y hay quien dice todo lo contrario y los resultados de distintos estudios se muestran contradictorios. Algunos estudios defienden que aquellos que tienden a responder correctamente a las preguntas de carácter general de las encuestas provoca una actitud positiva, aquellos que responden correctamente a preguntas de carácter más específico, tienen una actitud negativa. Lo que está claro es que no hay un consenso al respecto. 

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