Una historia de la Gran Historia del Todo

Soy un protón. Soy uno de los más viejos y he de admitir que no siempre he sido tan positivo como ahora. De hecho, en mi juventud me sentí muy alterado por mi entorno y cambiaba de parecer con mucha facilidad. ¿Queréis saber mi historia? Es un poco larga, dura un poco menos que catorce mil millones de años. Mejor os la resumo.

¿Pero por dónde empezar? Supongo que el mejor momento es algo después del Big Bang. Una millonésima parte de segundo después, cuando el espacio se expandía a toda velocidad. Nací de luz. Bueno, no realmente. Una parte de mí nació de luz, de un fotón. Y otra parte de mí de otro. Básicamente tres partes (quarks) de mí nacieron y me formaron, dos partes “arriba” (up) y uno “abajo” (down). Pero era bastante alterable y a veces me pegaba con un electrón, que son bastante negativos y cambiaba mi manera de ser, me volvía neutrón por un rato y a veces ocurría otro cambio y de repente era un protón de nuevo... era el calor. ¿Sabéis? No como el núcleo de la tierra, donde ahora me encuentro y resulta que está más bien fresquito en comparación.

Resulta que de repente empezó a hacer aún más frío en el universo. ¡Uno no podía estar así, expuesto a la nada con el frío que hacía! La mayoría de mis iguales empezaron a juntarse con neutrones y algún protón en algún caso. Pero yo no tuve suerte y acabé por no juntarme con nadie (la verdad es que no era algo raro, la mayoría siguió por libre). Tampoco es que fuera fácil, no se veía nada. ¡Esos electrones estaban interfiriendo con los fotones todo el rato y no había manera! El universo se enfrió un poco más, ya por debajo de algunos miles de grados Kelvin y los electrones se ve que empezaron a tener algo más de frío y decidieron acercarse a nosotros. No se nos acercaron mucho, la verdad, pero nos rondaban. Yo y un electrón formamos un grupo. Nos compenetrábamos bastante bien, lo que tenía yo de positivo, lo tenía él de negativo. Decidimos llamar al grupo hidrógeno. Fue un nombre popular. Había algunos que incorporaban un neutrón al grupo y se llamaban deuterio, pero esos eran bastante pocos en comparación. Algo más populares, pero también presentes estaban grupos llamados helio. De manera bastante escasa, también los había llamados litio. Los primeros (helio) eran grupos de dos protones, uno o dos neutrones y dos electrones y los segundos (litio) formaban grupos de tres protones, cuatro neutrones y tres electrones. Al conjunto de esos grupos y otros que fueron apareciendo se les llamó átomos. Curioso nombre, ya que al parecer significa que no nos podemos separar y eso no es del todo cierto. Pero bueno, volviendo al hilo, entre tanto grupo formado, los electrones ya no estaban por ahí haciendo lo que querían y se podía ver.

Fuente: Pixabay

Los siguientes mil millones de años fueron interesantes. Los diversos grupos nos fuimos juntando. Echábamos de menos el calor. Nos apretábamos en estrellas, que a su vez formaban galaxias. Estrellas de todo tipo. Hay quienes formaron estrellas enormes, más grandes que diez mil soles, mientras que otros las formaron pequeñas, más pequeñas que una ciudad y aunque las estrellas normalmente van de dos en dos, otras eran solitarias y otras iban en grupos de tres ¡o incluso más! Había estrellas azules, amarillas, rojas y blancas, según cuánto tiempo hacía que se habían formado. Las azules eran las más jóvenes, mientras que las blancas estaban al final de su vida.

Recuerdo haber formado parte de una que tenía más de diez veces la masa del sol. Ahí es cuando empezamos a juntarnos tanto y de manera tan agresiva (echo de menos aquél calor, aquella presión, ahora todo es tan... ligero, soso, blando...) que unos pocos protones y neutrones acabamos formando un átomo de hierro (¡adiós al grupo hidrógeno!). No fuimos los únicos que nos pegamos tanto, hubo algunos que formaron oxigeno, carbono, nitrógeno, potasio, sodio, silicio, magnesio, azufre, cloro, cobre, plata u oro. Para ser sinceros, la mayoría siguió siendo hidrógeno (casi tres cuartas partes, de hecho, ya dije que fue un nombre popular) o helio (algo menos de una cuarta parte).

Al final, éramos demasiados y ocurrió lo que tenía que ocurrir. La cosa es que colapsamos. Explotamos. Nos esparcimos. No recuerdo cuántas veces se repetiría el proceso. Pero en una de esas ocurrió algo inesperado. Unos cuantos formaron una estrella, una estrella solitaria. Yo me quedé en mi átomo de hierro a cierta distancia, observando el proceso. No fui el único, había unos cuantos que nos quedamos a observar la cosa. Pero la gravedad tenía otros planes que no incluían unas cómodas vistas para aquellos que no participamos en crear esa estrella. Empezamos a chocar unos con otros, a agolparnos. De ser una nube de polvo, pasamos a ser un grupo de planetas rondando aquella estrella. Los choques y más choques nos mantuvieron calientes, pero no tanto como en una estrella y desde luego nada que ver con el calor del inicio de los tiempos. Yo acabé en el núcleo, pero sé que la superficie también tuvieron lo suyo. Formaron vida y todo, ahí con aquellos elementos que eran tan escasos en la estrella. En comparación con ella, había poco hidrógeno y helio. De hecho, mis vecinos en el núcleo son casi todos aquellos inconformistas que crearon grupos grandes. Hierro (aquí somos mayoría), oxígeno y níquel. En el manto, ya hay más silicio y magnesio (y el oxígeno, que está en todas partes) y en la corteza sobre todo hay silicio y oxígeno.

Como he dicho, cuando ya se enfrió este planeta, en la parte exterior apareció vida. Culpa del carbono, que forma muchos tipos distintos de moléculas. Había bastante ahí fuera, y eso que es escaso en cualquier otra parte. La aparición de la vida fue un proceso lento. Una bacteria por aquí, otra por allá... Se dedicaron a transformar el dióxido de carbono en moléculas de oxígeno, que dio lugar a organismos más complejos. Además, parte de ese oxígeno se debió de convertir en ozono, que actúa de escudo contra los rayos ultravioleta del sol. Vamos, que la cosa estaba bien para crear organismos más y más complejos. Había seres enormes en la superficie, pero tuvieron mala suerte, ya que aún quedaba algún meteoro suelto, que decidió unirse al planeta y se llevó por delante a unos cuantos hace unos 65 millones de años. Los supervivientes, que eran más pequeños, dominaron la superficie. De entre ellos salieron muchas especies y de entre todas ellas, una que merece especial atención: el ser humano. ¿Sabes por qué es tan importante? Porque es el único de todos esos seres vivos que sabe que yo existo. Posiblemente el único en todo el universo. Y también sabe cómo he llegado aquí. Y tú, que te has quedado hasta el final de la historia, tú lo sabes también. ¿Sabes por qué? Porque habéis desarrollado un lenguaje, que os ha permitido transmitir información y heredarla. Y poco a poco habéis sido capaces de construir la Gran Historia de Todo.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cultura Científica en base a tres definiciones

Límites al Algoritmo A* (A-Estrella)

"No mires arriba", el análisis del análisis