Globalización y Circulación. La relación de Nueva España con el mundo en el siglo XVI

Podemos entender la circulación como el movimiento de cultura, riqueza, conocimiento y otros bienes. Por otro lado, podemos entender la globalización como una creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo. O dicho de otra forma, la manera en que la interacción social, económica y cultural de diversos países dan un carácter global a toda esa interacción. Podemos entender cómo se relacionan ambas. La circulación de la riqueza, el conocimiento y otros bienes llevará a una mayor comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo. Sin embargo, en la práctica hay ciertos detalles que debemos analizar con mucho cuidado, pues en este proceso ejercen importantes relaciones de poder.

La globalización no es un proceso que haya surgido recientemente. Es más, podemos proponer que es un proceso cuyos orígenes están en la ampliación de los mapas del mundo, en el que la interacción entre países “comenzó” a una escala mucho mayor que todos los tiempos que lo precedieron. A partir del siglo XVI, se establecen las rutas comerciales que comienzan el proceso de la globalización, ya que se sustituyen las interacciones puntuales por un proceso a una escala superior, a nivel global. Por desgracia, no podríamos afirmar que fuera un proceso imparcial o equitativo. Había fuertes relaciones de poder que condicionaban quién ejercía mayor influencia y quiénes eran mayormente influenciados, estableciendo relaciones asimétricas de poder, conocimiento y comercio. Específicamente, la relación que había entre América y Europa, desde la conquista colonialista que los europeos en 1492 ejercieron sobre América, sería asimétrica.

La llegada de los Españoles al Caribe. Fuente: Wikipedia

La transmisión de cultura y conocimiento, por lo tanto, estaría manchada e influenciada por esa relación de poder asimétrica, una relación imperialista. La imposición que Europa ejercía sobre América la convertía en una receptora pasiva, que veía su influencia sobre el mundo mermada e incluso anulada. Su conocimiento se veía eclipsado por la imposición que Europa ejercería, que decidía qué se sabía y qué autores, qué creadores de conocimiento debían escucharse, en detrimento de los americanos.

Debemos hacer especial hincapié en las decisiones de la Corona española, que en su intento de controlar, catalogar y en cierto sentido de “comercializar” Nueva España, especificaba qué se analizaba y se medía y cómo se analizaba y cómo se medía. Era una forma más de control, un intento de señalar un referente para los americanos. Con estas prácticas se establecía un importante control, en el que podían, por ejemplo, establecer impuestos gracias al análisis y conteo de las poblaciones americanas, pero también en la manera en que el conocimiento era recibido, catalogado y procesado. Cuando estas prácticas se realizaban para la población local, eran frecuentemente llevadas a cabo por descendientes de españoles y americanas y fueron conocidas como “prácticas mestizas”. Uno de los ejemplos más importantes lo encontramos en medicina, ya que muchos remedios locales eran desconocidos en Europa. Estos fueron recogidos, analizados, estudiados y exportados, pero no sólo a Europa, sino también a Asia.

¿Y por qué a Asia? Porque por fortuna, el control de algo tan grande como un país quedaba un poco alejado de las capacidades europeas, más un país que se encontraba a tan larga distancia. No pudieron evitar que hubiera rutas comerciales entre América y Asia, que truncaban su imposición. Aún más importante, junto con esa interacción comercial, también se escapó a de sus manos el control absoluto de la circulación del conocimiento.

Así fue que se establecieron rutas comerciales (y con ellas, una circulación del conocimiento) entre América y Asia (China y Japón especialmente), haciendo América y específicamente Nueva España, el centro de influjos asiáticos y europeos. El Imperio Español no podía establecer control sobre la relación entre Asia y América. Esas rutas en las que el conocimiento circulaba a pesar de los intentos de imposición europeos, hacían que saberes y prácticas desconocidas por occidente fluyeran y se entremezclaran en Nueva España, lo que los dotó de una riqueza y una mezcla de saberes únicos en el mundo.

A pesar de ello, no podemos hablar de una circulación libre del conocimiento. No era del todo libre, hubo una gran disparidad entre unos y otros. Sí, se transmitió información y sí, se hizo en ambas direcciones, pero quienes decidían la manera eran unos. Si bien esta información fluyó de maneras que los europeos no pudieron controlar, estos consiguieron proyectar una gran sombra. Por ello, el reconocimiento de la generación de conocimiento de los mexicanos y los americanos en general, especialmente durante esa época y hasta ahora, ha sido y está siendo una tarea ardua aún hoy en día. Podemos al menos alegrarnos de las pequeñas victorias en esa transmisión del conocimiento gracias a vías que escaparon de los países europeos.


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